El emprendedor y el empresario pyme, muchas veces se encuentra en la disyuntiva de tomar ciertas decisiones. Algunas van para los costos, otras van para los ingresos.

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Hay algunas cuestiones interesantes que se deberían atender, empezando por la rentabilidad.  Es un tema en extremo importante que suele provocar muchos errores de evaluación.

Uno clásico es confundir la rentabilidad con el dinero. Ganar dinero, no necesariamente significa ser rentable. Uno puede ganar dinero y fundir su empresa.

El punto aquí es ganar el suficiente dinero para romper el punto de equilibrio. Aquí comienza nuestra discusión acerca de “que es y que no es rentable”.

La rentabilidad expresa una relación entre los beneficios de una determinada inversión y el esfuerzo resultante por realizarla. Dicho esfuerzo puede ser catalogado como un costo o gasto.

La empresa empieza a ganar dinero cuando inicia sus actividades, la desarrolla, pero es rentable en la medida que el valor de sus ventas, supera la estructura de costos tanto fijos como variables.

¿Qué diferencia hay entre un gasto y un costo?

En la realidad, es difícil poder diferenciarlos. Cuando hablamos de costo, hablamos de esa erogación que todavía no expiró o que permanece “viva”, la definimos como gasto cuando expiró, se extinguió.

Es un sacrificio de valores o contraprestación del tipo económico realizada para adquirir bienes, derechos o servicios para ser utilizados en la generación de ingresos de explotación. Cuando se diferencian contablemente, se supone que el costo financia una actividad que generará un ingreso futuro y el gasto se lo considera un recurso que financia una actividad específica para beneficio de la empresa. La materia prima sería un costo y los sueldos de la administración, representarían un gasto.

Siendo la rentabilidad, una relación que se establece entre recursos y beneficios, es posible establecer diferentes tipos de rentabilidades.

Podemos diferenciar por ejemplo, la rentabilidad para el accionista de la rentabilidad de la inversión total de la empresa.

El ROE (return on equity) es la magnitud que representa en qué medida es remunerado el esfuerzo de los propietarios al vincular las utilidades netas de la empresa con el valor del patrimonio neto.

El ROA (return on assets) es la relación entre las utilidades de la empresa y el valor de su activo total. Representa los beneficios que produce la inversión total de la empresa.

¿Hay una sola forma de obtener la rentabilidad?

La empresa Dupont, al principio del siglo XX, desarrolló una fórmula más completa de la rentabilidad, agregándole una serie de efectos que permiten observar cómo se compone la misma.

Rentabilidad = Utilidad neta / ventas (margen) * ventas / activo (rotación) * activo / recursos propios (apalancamiento)

La separación observada, tenía como objetivo el poder revisar a partir de la fórmula, ciertos efectos. Por ejemplo, hablar de margen y rotación, que es hablar del negocio, o poder revisar el nivel de apalancamiento, que es un concepto financiero.

La distinción es interesante al poder observar que la rentabilidad se incrementa como consecuencia de la actividad del negocio pero también debido a su apalancamiento.

El apalancamiento genera riesgo financiero porque se supone que el capital propio aportado es menor respecto de la inversión total, y si el aporte no lo hacen los propietarios lo tendrán que hacer terceros que cobrarán intereses por el uso del capital.

En cuanto a los dos primeros tramos de la fórmula, es interesante saber si  existe proporcionalidad en cuanto a los resultados, o si un componente sobresale respecto del otro. Un negocio puede tener un funcionamiento acentuado sobre la base de la rotación, o sobre la base del margen.

Nos queda hablar de esa rentabilidad intangible que muchas veces no es tenida en cuenta a la hora del balance. La “rentabilidad social”. El término no es muy saludable porque tiende a confundir el concepto.

Las empresas públicas, no persiguen fines de lucro, por lo tanto, no podemos hablar de rentabilidad, debemos hablar de equilibrio presupuestario. Para hablar de rentabilidad en las empresas públicas, lo que deberíamos hacer es sumar los beneficios que obtienen las empresas / usuarios que reciben el servicio.

Una empresa que utiliza un transporte público para trasladar su carga hasta un puerto, tiene un costo subsidiado. La porción de ingresos producto de ese costo subsidiado debería formar parte de los ingresos de la empresa estatal si “realmente queremos saber” cuanto deja en términos comunitarios, una organización pública. Un desafío para la forma tradicional de medir a los organismos públicos.

Tal vez, aclaremos mejor las cosas si diferenciamos dos conceptos. La rentabilidad por un lado, y la creación de valor por el otro.

Una empresa puede ser rentable a través de su actividad pero crear serios problemas ambientales. Una empresa puede ser rentable y generar un pésimo clima de trabajo. En cualquier caso la consecuencia es la misma, se destruye valor.

Volviendo a la actividad con fines de lucro. Existe una rentabilidad de corto plazo y una de largo plazo. La de corto puede ser imponente respecto de la otra, pero perjudicial. La rentabilidad tiene vasos comunicantes. Uno de ellos es la “venta”. Forzar la venta puede generar rentabilidad de corto plazo, y destruir relaciones comerciales, generando problemas en el largo plazo. Por eso se dice que debe ser una combinación de cantidad o volumen y sostenibilidad en el tiempo.

Es importante que el emprendedor, y el empresario pyme entiendan estos conceptos y trabajen realizando evaluaciones permanentes sobre la materia. Hay dos errores en los que se suele caer con facilidad, son dos tentaciones.

La primera es analizar rentabilidad en situaciones coyunturales, sin darle intervención a conceptos como la eficacia y la eficiencia. En este caso, la “perspectiva” es de vital importancia”. No se puede hablar de cuanto se ha ganado o perdido sin entender el contexto en el cual se trabaja. Hay momentos para ganar y momentos para sostener la inversión.

La otra trampa en la que se suele caer es en comparar rentabilidades de empresas del mismo rubro, en forma directa. Si bien, comparar es importante, es una forma de medir para saber dónde se está parado. Hay que tener en cuenta diferentes aspectos para que dicha comparación tenga sentido. No es lo mismo por ejemplo, comparar dos empresas de un mismo rubro pero de diferente ciclo de crecimiento. Una empresa en etapa de introducción requerirá mayores dosis de capital que en la etapa de madurez. Los ingresos serán inestables en la primera y más estables en la segunda.

Todo análisis que no ponga énfasis en un sistema profesional de evaluación corre el riesgo de ser sesgado y una mala plataforma para la toma de decisiones empresariales.

Rentabilidad en la PYME, ¿como la monitorizo?

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