España hay entre 5.000 y 6.000 concentraciones industriales que, en su mayoría, pertenecen a pequeñas empresas de menos de 40 trabajadores. Muchos tuvieron su auge en los años 60 y 70 y vivieron la decadencia con la llegada de la crisis económica, que llevó a los alcaldes de muchas ciudades a priorizar: los polígonos no tienen la presión ciudadana, por lo que los alcaldes prefieren invertir dinero en los barrios donde viven los vecinos y, por tanto, las zonas más industriales se quedan rezagadas.

Este motivo provoca que los accesos a los polígonos sean difíciles, las aceras estén en mal estado, la iluminación no sea la apropiada, la señalética no sea la adecuada o que incluso algunos camiones de gran tamaño no puedan acceder a sus instalaciones. También que las construcciones tengan una baja eficiencia energética, que las calles estén sin asfaltar o que los edificios presenten un acondicionamiento muy malo.

Pero las infraestructuras no son el único problema. Según una encuesta de la patronal catalana Pimec, hecha a 248 empresas en 147 polígonos industriales, solo la mitad de las empresas en polígonos industriales de Catalunya tienen buena conectividad. Así, en Catalunya hay un 32% de polígonos sin cobertura 4G, un 10,2% con cobertura parcial y un 23,5% de empresas con una velocidad de descarga por debajo del 20% contratado. Unos datos que se pueden hacer extensivos al resto de España, puesto que la baja conectividad de banda ancha es uno de los principales ‘males’ de los polígonos industriales y hacen bastante difícil la conversión hacia una industria 4.0.

La Coordinadora Española de Polígonos Empresariales (CEPE), una entidad que agrupa federaciones y asociaciones de áreas empresariales, ha creado una «marca de calidad» –certificada por Aenor- para otorgar un sello a quienes cumplan determinados criterios y servir de incentivo para aquellos que no los cumplan. «Si hay una norma que te dice lo que no tienes, esto hace que los municipios inviertan en mejorar», explica el vicepresidente de la entidad, David Jiménez. De momento, ya hay diez polígonos en España con esta marca y esperan alcanzar el 10% del total en los próximos diez años. 

Por otra parte, el Gobierno se comprometió la semana pasada a la firma de un «protocolo» para el desarrollo de las áreas industriales españolas, en el que se incluyen el impulso de actividades productivas que combatan la desigualdad, la creación de un mapa industrial con un inventario de polígonos, actuaciones que regeneren estas áreas, el impulso de su integración en los espacios urbanos o la extensión de la banda ancha ultrarrápida. Sin embargo, no han concretado las medidas ni establecido la cuantía y forma de financiarlas.

La Diputación de Barcelona reparte 30 millones

Una de las medidas más aplaudidas es la de la Diputación de Barcelona que ideó en 2018 un plan de modernización de polígonos industriales con una dotación de 30 millones de euros, a los que se sumarán otros 20 de los ayuntamientos y empresas participantes. «Nuestro principal objetivo era hacer de tractor para que a nosotros se sumasen ayuntamientos y empresas (…) y ha sido todo un éxito, a veces puede ocurrir que nadie se presente para un proyecto de estas características y aquí ha habido una avalancha», explica el presidente de la diputación, Marc Castells.

Para Castells, los polígonos son una parte esencial de muchas ciudades. Es por ello, que además de las mejoras pertinentes de accesos, conexiones, iluminación o señalización, también plantea la posibilidad de hacerlos sostenibles e integrarlos en las ciudades, por ejemplo, con carriles bici.

Los polígonos industriales deben adaptarse a la industria 4.0

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