«If you pay peanuts you get monkeys». No hay vuelta de hoja. Tanto das, tanto recibes. Y si esa verdad de Perogrullo no entra en las cabezas de quienes diseñan las políticas retributivas de una organización, vamos todos apañados: los que cobran y los que pagan. Los que cobran porque van a pasarse el día apuntándose a ofertas de trabajo más atractivas, y los que pagan porque se pasarán el día poniendo anuncios o buscando candidatos para reemplazar las previsibles bajas.
Lo barato sale caro. Definitivamente. Alta rotación, ínfima satisfacción laboral, pésimo servicio, clientes insatisfechos, y el ingenuo empresario todavía preguntándose qué habrá hecho para merecerse tal calvario, con la de encajes de bolillos que ha tenido que hacer para montar el chiringuito.
No voy a ser yo quien ponga en duda esa buena voluntad, pero da la impresión de que a los responsables de establecer la política retributiva se les ha escapado un matiz que no es precisamente irrelevante: el personal, viciosos que son, además de querer recibir un trato exquisito – faltaría más -, quiere ganar su dinerito para pagar sus cositas: luz, agua, comida, hipoteca,…y darse de tanto en tanto un capricho y poder ir al cine con la familia. O tomarse una caña con los amiguetes. Poner la estrategia salarial en la cola del plan de negocio, como un mal necesario, lleva a lo que lleva.
Y es que no te puedes llevar las manos a la cabeza y pensar que estás siendo víctima de una conspiración de la competencia si has estado días y días examinando con lupa los costes de las materias primas, los plazos con los proveedores, los gastos en energía y transporte,..etc, etc y luego has pasado de largo y de puntillas respecto a las retribuciones y los incentivos, recurriendo al comodín del «según convenio». Muy fácil, muy legal, pero la experiencia dice que no siempre lo más conveniente: conlleva un elevado riesgo de fugas. Y no precisamente de agua.
Convéncete: tener colaboradores valiosos, comprometidos, y que quieran crecer contigo, tiene un precio, aunque ten la seguridad de que se amortiza pronto. De lo contrario, si prefieres invertir en mobiliario y racanear en salarios, construirás una plantilla de monos. De los que se pasan el día calentando la silla y comiendo cacahuetes.