Desde que uno se encuentra con este libro, sabe que no es un libro más. No es un libro convencional con principio y fin. Hay un orden preestablecido para leerlo y aplicarlo, pero uno puede (y debe) volver permanentemente a sus páginas. Una obra para tener a mano siempre.
Como todo best seller, existen infinidad de referencias, críticas, resúmenes, interpretaciones y experiencias sobre él. Trataremos de dar un enfoque distinto. Muchos se preguntarán, si llegaron aquí a través de nuestro espacio, qué tiene que ver esta obra con la temática de la calidad. Podemos decir que mucho. A lo largo de sus páginas conviven infinidad de conceptos basados en principios, en donde la mejora continua es el leitmotiv. En uno de sus hábitos (ya ahondaremos en cada uno de ellos) se establece la necesidad de plantear una meta para todos los ámbitos de nuestra vida: qué deseamos ser como personas, como esposos, como padres, como hijos, como integrantes de algún grupo o sociedad. El establecimiento de una meta permite que todo lo que hagamos, de ahí en adelante, se encuentre alineado con ella. Cómo administramos nuestro tiempo, nuestra energía, nuestras prioridades. Al ver el método completo uno puede darse cuenta que cada concepto del autor, cada paso, cada hábito, se encuentra en un orden asombrosamente natural y que no podía haber sido de otra manera.
Pasaron casi 30 años de su primera edición, y prácticamente la obra está intacta. Poco intervino el autor para modificarla con algunos ejemplos de aplicación. Realmente no era tan necesario. Covey realizó otras publicaciones, pero todas giraron siempre en torno a la esencia de este libro. Los hispanohablantes contamos con la ventaja de disponer de una versión en español bien lograda y consistente, que transmite con fidelidad las ideas de la edición en su idioma original.
Antes de comenzar con nuestra interpretación libre de la obra, aclararemos que no se trata de un libro de autoayuda, como muchos creen, ya que los conceptos en él vertidos pueden ser aplicados a personas, a grupos de personas o a organizaciones completas. Tampoco es un libro de ‘soluciones rápidas’, tal como aclara el autor. Los siete hábitos están cuidadosamente seleccionados y analizados, y se basan en principios sólidos, indiscutibles y universales. No deben confundirse principios con valores. Pueden estar alineados, pero nuestros valores no necesariamente estar basados en principios: Hitler tenía valores. Si nuestros valores están acordes con los principios fundamentales, el uso de ambos términos es indistinto.
Al comenzar esta publicación aclaramos que no se trata de un libro convencional. Uno puede leerlo por completo a la primera, pero no podrá aplicar paralelamente sus conceptos a la vida real. El desarrollo personal e interpersonal al que apunta el autor es un proceso gradual y que lleva tiempo. Quizás años. Implica ruptura de paradigmas firmemente arraigados, exige un replanteo de nuestra visión y nuestras prioridades. A través de lo que Covey define como el ‘continuum  de madurez’, una persona que se desarrolle y crezca de manera sistemática y sostenida pasa por tres estados. El estado básico es la dependencia, en donde todo lo que hacemos en nuestra vida precisa de la ayuda o la aceptación del otro. Por ejemplo, cuando somos niños y precisamos de nuestros padres para satisfacer nuestras necesidades básicas, como alimentarnos o higienizarnos. Pero también existen otros tipos de dependencia que pueden durar más tiempo, incluso años o toda la vida: la dependencia emocional (nuestro estado de ánimo depende del estado de ánimo o de las condiciones del entorno), la dependencia económica (no somos capaces de autosustentarnos económicamente y vivimos a expensas de otro) o la dependencia mental. Aparece aquí lo que el autor denomina el ‘espejo social’. Vivimos en función de lo que el entorno nos muestra que somos y no de lo que realmente somos o queremos ser. El siguiente paso es la independencia. Es una etapa más evolucionada, pero no por eso la óptima. Podemos independizarnos emocionalmente o económicamente. Nuestros actos dependen de nuestras decisiones y no están condicionados al entorno. La mayor parte de las personas alcanza este estado durante su adultez, y convive con él por el resto de sus días. Pero existe un grado aún más avanzado de madurez, la interdependencia. La interdependencia consiste en entender que además ser capaz de tomar mis propias decisiones, puedo unir mi capacidad con la tuya. El resultado obtenido será mayor que la suma de las partes que aportaríamos cada uno por separado. Es importante destacar que no hay atajos, no podemos pasar de ser dependientes a interdependientes sin antes conseguir ser independientes de manera plena. Covey hace mención a la ‘ley de la cosecha’, una ley natural que impide que podamos ‘engañar a la naturaleza’ haciendo trampa y evitando cumplir con los pasos adecuados. Tarde o temprano terminamos pagando el precio. El paso de la dependencia a la independencia es lo que Covey denomina la victoria privada; es el logro personal de convertirnos en seres que actúan libres de influencias ajenas. Los tres primeros hábitos buscan la victoria privada, la efectividad con nosotros mismos. Esto es un paso previo y necesario para pasar a la siguiente etapa, la victoria pública, la capacidad de ser interdependientes. Los tres hábitos siguientes se encargan de desarrollar estos requisitos. El último hábito consiste en el mantenimiento constante y sistemático de los seis hábitos anteriores. La verdadera efectividad se encuentra aquí. Generalmente se piensa que si somos realmente independientes somos efectivos, pero vivimos en un mundo interdependiente. Sería imposible abstraernos del contexto y, además, estaríamos desperdiciando la posibilidad de combinar nuestro potencial con el de otras personas y así lograr resultados extraordinarios e imposibles de obtener manera individual.
Pero… ¿qué es un hábito?. Un hábito es la intersección entre el conocimiento (el ‘por qué’), la capacidad (el ‘cómo’) y el deseo (el ‘quiero’).
Hábitos efectivos.
FUENTE: Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva – Stephen R. Covey (1989) – Paidós

Victoria privada

Brevemente describiremos los pasos fundamentales para conseguir la independencia plena, la victoria privada, la efectividad personal. El primer hábito (‘Sea proactivo’) nos muestra que entre un estímulo y nuestra respuesta existe algo que es tan obvio como difícil de poner en práctica, la libertad interior de elegir. Si elijo responder mal a un estímulo cargado de negatividad, puedo elegir lo contrario. En resumen, el problema no está en lo que nos sucede, sino en cómo reaccionamos a lo que nos sucede. La proactividad es precisamente eso, tener la capacidad de elegir nuestra respuesta a lo que nos pasa y que podamos aprender siempre de ello. Ejemplificado a través de un caso extremo como el de Viktor Frankl, el autor nos invita a ver como triviales infinidad de situaciones del día a día en las que reaccionamos habitualmente de manera preestablecida, empeorando el problema o dejándonos en una situación de parálisis. Hay que romper el paradigma, ver lo que nos sucede desde otra perspectiva.

“El modo en que vemos el problema, es el problema.” STEPHEN R. COVEY 

Lo contrario a la proactividad, es la reactividad, el gran obstáculo del crecimiento y la mejora continua. Ser reactivo es actuar frente a los estímulos sólo por reflejo, o de manera defensiva. Sumado a nuestra manera poco inteligente de reaccionar a lo que nos sucede, muchas veces gastamos energía en solucionar problemas o preocuparnos por cosas que están fuera de nuestro alcance. Lo único que logramos de esta manera es frustrarnos. Las personas efectivas trabajan únicamente sobre lo que tienen influencia, sobre su círculo de influencia. Todo lo que nos preocupa, lo que ocupa nuestra mente, se ubica dentro de nuestro círculo de preocupación.
Cambio de enfoque reactivo a proactivo
FUENTE: Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva – Stephen R. Covey (1989) – Paidós
Si actuamos positiva y proactivamente, nuestro círculo de influencia se hará cada vez mayor y tratará de ser superior al de preocupación. En esa instancia, nos preocuparemos únicamente sobre lo que tenemos influencia, sobre lo que podemos actuar y modificar.
El siguiente hábito (‘Empiece con un fin en mente‘) se basa en el principio natural de que todo se crea dos veces. Para crear algo concreto, palpable, previamente debemos crearlo mentalmente, planificarlo, imaginarlo. En esta etapa debemos definir nuestra meta y visualizar claramente dónde queremos estar en cada rol de nuestra vida. Si nos viéramos en nuestro propio funeral, ¿cómo nos gustaría que nos recuerde la gente?. Qué tipo de padre queremos que recuerden nuestros hijos, qué tipo de amigo nuestros amigos. Este hábito nos propone escribir el guión de nuestras vidas, la misión personal. Esta misión debe ser única y debe contemplar todos los aspectos y todos los roles que desempeñamos en este mundo. Debemos ser incondicionales, y realizar nuestros actos alineados con esta misión, con los principios que subyacen. Una misión personal que se precie de tal debe estar accesible en todo momento para revisarla, reforzarla y mejorarla. Es nuestra constitución. Permite enmiendas, pero la esencia debe ser siempre la misma, la que rija nuestros actos y nos permita detectar desvíos y errores, para poder trabajar sobre ellos. El primer paso para la redacción de una misión personal es determinar en dónde se centra nuestro círculo de influencia actual. Nuestros actos pueden estar centrados en nosotros mismos (egocentrismo), en nuestro cónyuge (dependencia emocional), en nuestro trabajo, en el dinero, en los amigos, en los enemigos, en la religión. Nuestra realidad puede tener una combinación de ellos, o tener bien definido un centro. En todos los casos, esto seguramente está afectando a nuestra efectividad y debemos desplazarnos inteligentemente a un estado de armonía y equilibrio, siempre orientados hacia el cumplimiento de nuestra misión personal.

“Lo que importa más nunca debe estar a merced de lo que importa menos.” GOETHE

En el tercer hábito (‘Poner primero lo primero’) Covey nos enseña a administrar nuestro tiempo y nuestras prioridades. Nos muestra la importancia de que todo lo que hagamos sea en función de nuestra misión personal. ‘Poner primero lo primero’ significa que debemos darle prioridad a lo realmente importante, en un mundo regido por las urgencias. Aparece aquí uno de los aportes más enriquecedores de Covey, la Matriz de la Administración del Tiempo. Todas las tareas que aceptamos realizar deben pasar por este filtro, que vincula importancia y urgencia. En el cuadrante I se encuentran las cosas importantes y urgentes, las denominadas crisis. Son importantes, debemos realizarlas porque está en juego algo relacionado a nuestra misión, pero debe ser ya. Por ejemplo, atender a un cliente importante que tuvo un problema y que puede poner en juego la continuidad de la relación comercial. Pero no deben ser una constante, no podemos vivir ‘apagando incendios’. En el cuadrante IIaparecen las cosas que son importantes pero no son urgentes. Son las que están marcadamente relacionadas con nuestra misión, pero no hay fechas. Aquí están las cosas realmente importantes: la planificación, el desarrollo de nuevas relaciones, la reconstrucción de relaciones dañadas, el tiempo dedicado al ejercicio físico, al espíritu, al aprendizaje. El cuadrante III abarca todas las cosas que son urgentes, pero no importantes: reuniones improductivas, llamadas o interrupciones que no esperábamos. El cuadrante IV, por último, es el peor de todos. Todo lo que se encuentra en este cuadrante es una pérdida total de tiempo: mirar TV más tiempo de lo habitual, sólo por aburrimiento, dormir de más, actividades triviales, etc.
Matriz de Administración del Tiempo de Cuarta Generación
FUENTE: Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva – Stephen R. Covey (1989) – Paidós
El secreto: aumentar el tiempo que le dedicamos al cuadrante II. Esto hará que las crisis y urgencias (de cuadrantes I y III) ocurran con menor frecuencia. Para esto debemos utilizar el tiempo mal aprovechado en el cuadrante IV, el cual debe desaparecer por completo. Muchos piensan que el ocio y esparcimiento pertenecen al cuadrante IV, pero no es correcto. El ocio y esparcimiento sanos, que renueva energía, que enriquece, que fomenta relaciones, pertenece a lo importante y no urgente. Es decir, al cuadrante II. Un manejo correcto de la delegación personal es de vital importancia para el desarrollo de nuestra vida en el cuadrante II. Debemos liderar gente y administrar cosas, y no al revés.

Victoria pública

Al lograr la victoria privada, estamos en condiciones de trabajar sobre nuestras relaciones con los demás, en procura de la interdependencia. El cuarto hábito (‘Piense en ganar-ganar’) viene a romper el paradigma de que cuando uno gana otro tiene que perder, inevitablemente. En cualquier acuerdo, en cualquier negociación de la vida, existe la posibilidad de elegir la mejor respuesta posible: que ambos ganemos. Generalmente tendemos a querer ganar de manera tal que el otro tiene que perder, o somos sumisos y para dejar que otro gane (porque, por ejemplo, tenemos una deuda moral con él) debemos perder. Existen dos opciones posibles, tal como plantea el autor. O buscamos una mejor solución, de modo que ambos ganemos de la manera más óptima posible (‘ganar-ganar‘), o directamente acordamos que no podemos lograr esa solución: ‘no hay trato’ es esta segunda opción. Y cada uno por su lado.
Luego tenemos el quinto hábito, el más difícil de implementar, según pudo determinar Covey durante la infinidad de conferencias que brindó alrededor del mundo difundiendo sus conceptos. Este hábito (denominado ‘Procure primero comprender y después ser comprendido’) pone en evidencia uno de los grandes defectos de la humanidad. La mayoría de nosotros no escucha al otro para comprender, escucha para ir armando su respuesta. Eso nos impide lograr la empatía suficiente para entender la perspectiva de la otra persona y sacar el máximo provecho a las diferencias que puedan existir.
El sexto hábito (‘Sinergice’) nos habla de que la suma de los aportes de dos personas dan siempre un resultado superior al que daría si sumáramos los aportes de cada uno por separado. Es decir, uno más uno da siempre más que dos, y no tiene límite superior. La sinergia es el pilar de todo equipo de trabajo.

El séptimo hábito: Afile la sierra

El séptimo hábito es, en sí, el hábito de la mejora continua. No podemos limitarnos a haber logrado una interdependencia sólida. Debemos nutrirnos de manera permanente para que se sostenga en el tiempo y nos permita mejorar día a día. ¿Cuántos de nosotros no se detiene a cargar combustible por estar ocupado manejando?.
Esta renovación permanente abarca cuatro dimensiones:
  • La dimensión física: a través de una nutrición saludable, ejercitación física sistemática y control del estrés.
  • La dimensión espiritual: a través de la meditación y el cumplimiento de compromisos alineados con nuestra misión.
  • La dimensión emocional y social: a través de la empatía, la comunicación positiva y la sinergia.
  • La dimensión mental: a través de la planificación y la formación permanente.
Está claro que todas las actividades mencionadas de renovación en cualquier dimensión, pertenecen al cuadrante II.
Resumiendo, este libro es una fuente inagotable de conceptos que realmente pueden cambiar nuestra vida. Abre nuestra mente a un mundo distinto, con ideas a veces parecen tan triviales y fáciles de entender como complejas de llevar a la práctica. Ideas que buscan el equilibrio y la armonía en todos los aspectos de nuestra vida, de manera efectiva y basada en principios. Si aún no tuvieron la oportunidad de leerlo, este es un buen momento para comenzar. Si ya lo hicieron, es momento de redescubrirlo, de verlo siempre de distintas perspectivas y de actuar. Por eso debe estar disponible para consulta permanente. Dar el primer paso es difícil, porque tiene que ver con reconocer errores que hemos cometido toda una vida, pero es el paso más importante.
Eficacia, eficiencia y productividad interpersonal

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