Hoy la edad avanzada no es sinónimo de vejez o ancianidad. Es más bien sinónimo de experiencia, visión estratégica, resiliencia y competencias profesionales necesarias«. Los sénior están acostumbrados a desarrollar mucho esfuerzo, paciencia (lo contrario a ser impulsivo), y que son más asertivos: «El ego está más apagado y permite desdramatizar. Incorporar a los sénior implica aportar una diversidad cognitiva de forma transversal, que ayuda a los jóvenes. Se trata de mentores y tutores que son mucho más que expertos en conocimiento y competencias».

Redescubrir el talento sénior, teniendo en cuenta que hablamos del 40% ó 50% de la población activa, aunque no es posible obviar el problema de sostenimiento de las pensiones y la existencia de lo que se conoce como Generación U, los Unretired, que no se jubilan porque no quieren, o porque no pueden… Viviremos más tiempo, pero también tendremos que trabajar más años para asegurar nuestras pensiones, por necesidades perentorias ante la crisis, por las nuevas relaciones entre empleados y empleadores, o por causa de un escenario sociolaboral revolucionado. Y en el caso de España habrá que tener en cuenta, además, que una parte de la generación de reemplazo presenta un grave déficit de formación y cualificación profesional.

los sénior «son la voz de la experiencia, de haber vivido varios ciclos y de gestionar con eficiencia, de dominar los ajustes organizativos, o cuestiones de refinanciación. Esa voz es crítica, ahora más que nunca. Y hay que volver a poner esos perfiles en activo«. Tenemos el ejemplo de Vittorio Colao en Italia, como prototipo del gestor que pondrá en marcha todo un país: «Hay que transformar los países buscando un nuevo modelo que una la experiencia con la disrupción tecnológica».

Si de verdad se apreciase el valor del conocimiento y la experiencia, si las empresas tuviesen inventarios de competencias de todos sus profesionales y si supiesen qué hacer con ellas, se haría tangible todo el valor de las personas, resaltarían los conocimientos y la capacidad de aportar valor y resolver problemas de los mayores. Pero lo que suele ocurrir es que, llevados por el prejuicio antiedad, a los mayores se les va marginando o sacando de las empresas».

La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto de la forma más cruel posible la consideración que nuestra sociedad otorga a las personas mayores: cuando los recursos son escasos, a los primeros a los que se priva de ellos es a los mayores. Las empresas llevan ya tiempo aplicando este mismo principio, el de que si hay que recortar comenzar con los mayores en programas de jubilación anticipada es lo correcto. En ello hay un valor implícito: lo joven es bueno, lo viejo es prescindible. Es la efebocracia.

Antes del Covid-19, «las empresas estaban focalizadas sobre todo en diversidad e inclusión, pero esto no puede referirse sólo al género. Ha de ir mucho más allá, y debemos contar con aquellos profesionales que tienen más experiencia laboral. Debería haber más apoyo para que las empresas contraten a las generaciones mayores, que aportan compromiso, resiliencia (algo esencial para el panorama postcovid), responsabilidad o experiencia». Añade que la clave estará en conseguir el equilibrio para prolongar la vida profesional teniendo en cuenta que hay una generación joven que tampoco tiene muchas oportunidades de incorporarse a la vida laboral.

El valor de la «Seniority» profesional post covid-19

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