Para ser un buen Líder es necesario ser una muy buena persona.

Está claro que todos, ante el hecho de escoger entre una buena persona, u otras que no nos convencen del todo, o directamente son malas personas, por supuesto, y sin duda alguna, vamos a escoger siempre a la que es buena persona. Sin pensarlo. De forma automática.

Y ojo, una buena persona por el hecho de serlo no es ni tonta ni fácil de engañar. Como muchos creen. Claro, a no ser que sea tonta e inocente de verdad. Pero esto puede servir también para los malos. Porque hay gente mala que es tonta y también inocente –torpes y poco astutos– para según qué cosas.

Se puede ser buena persona y al mismo tiempo ser sagaz y capaz. Así cuando el malo se cree que el bueno por eso de ser bueno es tonto y no se ha dado cuenta de su fechoría, el bueno le sale por detrás al paso y lo pilla. Es eso que se llama el «cazador cazado«.

Los malos por eso de creerse muy listos desconfían de todo y de todos. Y eso a veces es torpeza, falta de astucia. O lo que es lo mismo, tonto del todo.

Por eso como dice un dicho:

“Desconfía de quien desconfía”

A ver, una cosa es ser buena persona y otra cosa es ser tonto, o poco espabilado. De todas formas las personas buenas son por norma general inteligentes, éticas, honradas y responsables. A la vez que astutas, cautas y estrategas, por eso de haber sido engañados muchas veces y saber que no todo el mundo va con la verdad por delante.

Pero aun así, sabiendo esto y habiendo sido ya engañados muchas veces, las buenas personas no hacen, ni dejan, que crezca en ellos vestigio alguno de maldad, desconfianza o malas intenciones. No. La bondad, la comprensión, la flexibilidad y el equilibrio forman parte de su esencia primera, antes que cualquier otra cosa.

Es lo que todos conocemos como Valores.

Por tanto el requisito fundamental e imprescindible para ser un buen líder es ser una muy buena persona. Los demás en todo caso serán jefes. O jefecillos. Gente del montón que te los puedes encontrar en cualquier lugar. Jefes y jefecillos los hay a patadas.

Cualquiera vale para ser jefe, pero no cualquiera vale para ser líder.

Imagina esto por un momento. Te pierdes con un grupo de gentes en una isla solitaria en medio del océano. En el transcurso de los días te irías dando cuenta quienes son de fiar y quienes no, quienes son más responsables y quienes no, quienes son más comprensivos y amables, quienes son violentos, cascarrabias y desagradables, quienes son más creativos o tienen más iniciativa, quienes son más de confianza y quienes son unos listos aprovechados.

Al final saldrán las típicas desavenencias, los malos rollos, las acusaciones y los enfrentamientos. Y también poco a poco se verán cómo los que son menos de fiar se quedarán solos, o harán pequeños grupos entre ellos. Aunque por eso de no ser de fiar no se fiarán tampoco entre ellos, con lo que surgirán problemas.

Así, y a diferencia de éstos, en el grupo donde está la gente razonable, las mejores personas, las cosas casi con total seguridad irán mejor. Más organización, más equilibrio, más seguridad, más implicación, más compañerismo, más estabilidad…

A ver, está claro que encontrar a alguien de entre todos que sea dinámico, hábil, equilibrado, comprensivo, amable, inteligente y buena persona va a ser muy difícil y complicado. Es curiosamente lo que menos abunda en el mundo. Pero si lo hubiera está claro que ése sería el líder ¿o prefieres mejor a los que van de listos y que a la mínima que se presente te están vendiendo o traicionando? Oye, que hay para todos los gustos. Lo mismo te gustan más éstos últimos!!

Pero es curioso como tenemos metido todavía en la cabeza -en el subconsciente- la idea esa tan primitiva de cuando vivíamos en cuevas y cazábamos dinosaurios, y en donde el más fuerte, que no el más inteligente –o buena persona– era considerado y visto como el mejor para ser líder, por eso de ser el más fuerte y que se quedaba con todo –cueva, mujeres, pieles, territorio, etc-

Al igual que ocurre hoy en día –casas, chicas, hombres, propiedades, etc

Aunque eso sí, luego al final, por eso de creer sólo en su fuerza y no en su sabiduría, dejaban de ser líderes –los primitivos– porque al poco venían otros que le quitaban el liderazgo a base de porrazos o palos. Hoy se quedan sin liderazgo porque van a la cárcel por corrupción, los despiden o se van a la ruina por meterse donde no deben.

Hoy de alguna forma todavía sigue pasando igual, aunque afortunadamente menos, y es que aún se aprecia bastante al directivo o ejecutivo agresivo que se hace con todo a base de trepar y ponerse por encima de quien sea. De todas formas quienes han sido así, la mayoría ejecutivos de éxito fulgurante, están casi todos metidos en la cárcel. Por ir de listos. Ya no son realmente ejemplos a seguir. Y es que por fortuna ya estamos en otros tiempos. Bueno, casi. Todavía quedan vestigios.

Y es que nadie quiere ya a su lado a una mala persona, sin embargo las empresas y departamentos de selección de Recursos Humanos todavía tiran de gente según su valía académica o técnica, por su currículum de éxitos, y no por sus personas, por sus formas de ser, por sus experiencias, incluso aunque hayan sido malas.

¿Acaso no es verdad que únicamente es lo académico y técnico lo primero o único que se pide en las empresas para contratar a directivos? ¿Acaso alguna pide que sean buenas personas?

Sí, vale, ahora se está empezando a pedir eso del Liderazgo, de la Asertividad, de la Inteligencia Emocional, etc, pero se hace más bien con la boca chica, en plan postureo, para quedar bien de cara a la galería. Y si se hace, en todo caso es siempre en último lugar. Si es que se hace, claro.

Lo que está claro es que a todos nos gustaría tener jefes comprensivos, amables, flexibles, simpáticos, competentes y buenas personas –que no tontos, repito– y por el contrario, nadie quiere tener a jefes desagradables, malas personas, prepotentes y desconsiderados ¿no?

Porque oye, lo mismo hay a quien le da igual, e incluso prefieren a los jefes malos por eso de ser igual de “malos” como ellos…

Como anécdota curiosa sobre esto último os voy a contar algo que me ocurrió. Bueno, mejor dicho, que presencié y luego reflexioné.

Veréis, asistí a un curso de Coaching y en uno de los momentos del mismo se hablaba de esto, es decir, de la importancia de ser empleados o directivos agradables, buenas personas, simpáticos y comprensivos, y hubo un momento en el que un señor dijo que a él lo único que le importaba es que un directivo o un empleado fuera buen profesional, sólo eso, que hiciera su trabajo bien, de forma correcta y estricta, y que eso de ser buena persona, amable, agradable o simpático le daba igual. Que era algo que no tenía importancia.

Y este señor que dijo esto curiosamente estaba sentado atrás del todo de la sala, tuvo que elevar bastante la voz para ser escuchado, y se encontraba completamente solo, incluso había varias filas de asientos vacíos por delante suya hasta donde estaba todo el mundo sentado. Además, durante todo el curso, que duró tres días, no se le vio hablar con nadie, siempre estaba solo y muy serio. Así con porte orgulloso, rígido y un cierto aire de altivez. Curioso ¿no?

En fin, como dice un dicho, lo semejante atrae a lo semejante. Y tal como también dice un dicho oriental:

Si no sabes sonreír no abras una tienda

(Yo añadiría que ni tampoco seas jefe, ni directivo, ni empleado, ni compañero, ni pareja, ni hijo, ni padre, ni nada, mejor quédate solo)

Para ser un buen Líder es necesario ser una muy buena persona.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies