¿De verdad que una simple molécula puede convertir a España en una potencia mundial? Sí, puede. Hablamos del hidrógeno, un vector energético decisivo en la descarbonización de la economía que jugará un papel primordial junto a las renovables. Para lograrlo se necesita sol y viento, algo que en nuestro país abunda. El potencial del sector es tal que se prevé que genere unos 200.000 empleos para 2030 y se preparan inversiones por unos 8.900 millones de euros. En este partido ‘sostenible’, España sale a ganar.

Solo una pincelada más de contexto. España camina hacia la generación 100% renovable de energía eléctrica. Los beneficios para el medio ambiente se conocen y, además, la Agenda 2030 no admite otro camino. De hecho, el 37% de los fondos Next Generation se destinará a la transición energética. Pero este futuro sistema tiene una fragilidad: la intermitencia. Habrá días sin sol y sin viento, igual que en otros se producirán excedentes. La solución es acumular la energía renovable cuando sobre.

Aquí irrumpe el hidrógeno porque facilita el almacenamiento químico de energía en poco espacio y durante mucho tiempo. Hasta la fecha, la gasolina y el gasóleo en forma de molécula permitían guardar grandes cantidades de energía para usos industriales o de movilidad. Ahora, también puede acumularse con hidrógeno producido de manera sostenible a partir del viento y el sol. “El hidrógeno nos ha abierto una puerta en Europa para ser líderes en una megatendencia mundial. Tenemos los recursos renovables y las capacidades industriales y tecnológicas para llevarlo a cabo, pero aún queda para que sea una realidad totalmente desplegada”,

Pero, durante años, producir hidrógeno fue muy caro y emitía CO2, porque la electrólisis, la tecnología más extendida para generarlo, empleaba una gran cantidad de electricidad sin origen renovable. Pero, si se produce de manera sostenible, su versatilidad es absoluta. Puede utilizarse como combustible sintético, tener usos industriales y residenciales.

El momento actual es de absoluta transición. “El hidrógeno ha pasado de imposible a posible, gracias al impulso derivado de la priorización de la agenda de descarbonización. Estamos en un punto en el que la industria visualiza escenarios a largo plazo para que el hidrógeno sea competitivo, pero para llegar ahí hacen falta inversiones”, advierte Malango.

“El hidrógeno renovable supone para España la mayor oportunidad de industrialización y de relevancia energética a la que nuestro país se ha enfrentado nunca. Hay un ecosistema tecnológico alrededor del hidrógeno muy potente. Mantener y transformar la industria existente es fundamental, porque los empleos industriales aguantan mejor las crisis, como hemos visto durante la del Covid.”

La comisaria de Energía de la Unión Europea, Kadri Simson, es una de las autoridades europeas que ha alabado el papel de las industrias españolas “que aportan proyectos concretos sobre el terreno para convertir a España en el primer país con un 100% de producción verde”. Se refería a todos esos proyectos en marcha que disminuirán el coste económico de su producción.

Empresas como Repsol ya trabajan en nuevas tecnologías como la fotoelectrocatálisis, donde la luz del sol es convertida en hidrógeno a través de un catalizador y agua, sin pasar por electricidad.

La Hoja de Ruta del Hidrógeno contempla el aumento de la capacidad de los electrolizadores, el aparato que rompe el agua en la electrólisis. “Los electrolizadores actuales más grandes son de 20MW y para que toda esta economía del hidrógeno se despliegue, necesitaríamos instalar electrolizadores del orden de algún GW. Es un reto tecnológico industrial descomunal.

En 2030, Europa debe producir 200 veces la capacidad de electrolizadores de la existente en la actualidad”, remarca Malango.

España es el país adecuado para todo esto. En 2030, sus costes de hidrógeno renovable serán un 30% más bajos que en Alemania y además, España tiene las condiciones de desarrollo que permiten que la competitividad se anticipe en cinco años a la que pueda alcanzar el país germano.

“Es una oportunidad que no deberíamos desaprovechar como país”, concluye Malango. Porque si para liderar esta carrera hace falta industria, sol y viento estamos en las mejores posiciones en la línea de salida.

La molécula que convertirá a España en una potencia mundial

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